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Por el bien de los hijos de matrimonios de mamá y papá - Por Alex Quaranta

Que todos los papás y mamás que quieran manifestarse de uno u otro lado del debate civil, lo hagan de pleno derecho. No obstante, sería importante que aclaren su mente al respecto: la orientación sexual de su hijo o hija, del niño o niña que aman y a quien le dedican todo su tiempo y amor como cualquier padre lo haría, biológico o no biológico... decía que la orientación sexual de esa criatura a quien aman no viene con garantía de aceptación e inclusión social, porque un ser humano no es un electrodoméstico que sale de fábrica y que se ajusta a normas de elaboración. La vida es rica en diversidad, en formas variadas de expresión. Lo es en la naturaleza, y nosotros somos parte de esa vida desbordante de seres complejos, únicos y maravillosos. Es tiempo de comprender que la orientación sexual no se elige. Se vive. Es inherente al ser. Deberíamos dejar de hablar en términos de elección sexual. Lo que sí se ELIGE es vivir quien uno es, con todo lo que resulta ser constituyente de una persona, su dinámica biológica dentro de un marco psicológico y social, único e intransferible.
La Constitución de nuestro país garantiza que las acciones privadas de los hombres (que no afecten derechos de terceros) estén reservadas a la conciencia de cada quien. Esta libertad de expresión incluye la de conciencia y la de creer en Dios, un dios antropomórfico, uno angelado, alguno etéreo o ninguno.
Las instituciones religiosas no deberían invadir el fuero privado: la alcoba de la población no tendría que estar disponible para las disertaciones adultas. Ni Adanes ni Evas en la intimidad de un pueblo maduro.
Estamos hablando de una materia civil, derechos de los habitantes de una nación libre y soberana. La forma de gobierno adoptada por Argentina no es una teocracia y no debería asimilarse a ella bajo ningún aspecto.
En mi fuero íntimo -comparto con ustedes- sí elijo el gobierno de Dios para mi vida. Pero, Lo elijo –o me elige, aún no lo sé- al Dios del amor, de la aceptación, de la profunda paz. El Dios de mi mamá y el de mi papá, el del beso, del abrazo y de la lágrima. De la palabra expresada a tiempo y del aliento cálido en las noches de frío. Y hoy, que tengo mucho, mucho frío, elijo al Dios del padre Andrés… ese sacerdote católico, apostólico, romano y humano que en el día de mi más profunda angustia, al pie del lecho de hospital de mi compañero de ruta, unió su mano a la mía, y dio la bendición de su Creador a nuestro vínculo de quince años y doce días… Y esa tarde, fue para mí la de nuestra unión espiritual para siempre… Porque la civil o la matrimonial, ésta que hoy se discute en Argentina, tristemente, ya no sería para nosotros dos… 
Alejandro Quaranta

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