La Pureza y la Paz del Corazón
LA PUREZA Y LA PAZ DEL CORAZÓN
Una reflexión a la luz del Lenguaje Simbólico de Números (LSN)
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios” Mateo 5:8
En la codificación 5:8 encontramos la trama más profunda de la palabra expresada en este versículo: la disciplina (8) de la mente (5). Un corazón puro es una mente disciplinada, que comienza a ser consciente de las leyes (4) espirituales que operan para traer a manifestación (4) conforme a la cualidad de los pensamientos.
Recordemos que en arameo las palabras corazón y mente son una y la misma. También es menester destacar que el verso 8 del capítulo 5, en Lenguaje Simbólico de Números (LSN), es traducible a “la fluidez (8) de la comunicación (5)” o bien “el río (8) mediador (5)”. Un río que comunica ciudades, pueblos, es una bendición para ambas orillas. Un ser limpio de corazón es aquel que ve a Dios en su hermano, en su prójimo, es el que puede mediar (5), el que puede dejarse atravesar (río) por el otro para comunicar, para hacerse conocido. Y la diferencia rítmica de ambos números (8-5=3) nos advierte que el Río (8) Mediador (5) es el Cristo/Hijo (3), es la Palabra (3), el Logos (3), nuestro Cristo Morador (3).
La fusión simbólica del (5+8=13) nos trae la supra-idea del Uno: el trece es Aquél que unificaba a los doce (los apóstoles) y conforme a ello traía al Uno (13-12=1) a manifestación. Es quien comunicaba al Uno gracias a su conciencia prístina. “El Uno está aquí, más cerca que tus manos y que tu respiración”. Una mente limpia, una mente en disciplina, es una mente “discipular”. Vean la raíz de ambas palabras. El discípulo es aquel que va disciplinándose, disciplinando su mente.
Al 1 y al 3 operando juntos en el 13, podemos comprenderlos como aquellos que rodean al 2, ya que ambos 1 y 3 son límites del número 2. En LSN decimos que el Padre (1) y el Hijo (3) son los límites de la Madre (2).
María es la del corazón limpio, en otras palabras, la de la Mente Pura, para que Gabriel, el mensajero (5), pueda traer la voluntad del Padre (1): la de que Su vientre cobije (2) a Su Hijo (3), y que Él sea la Vida (8). Sólo una mente y un corazón puro pueden tener como límites de su conciencia al Dios Padre y al Dios Hijo, y hacerse, entonces, partícipe mediadora (2) de Ambos.
En cuanto a “ver a Dios” recordermos que “ver” es una función de nuestro sentido de la vista, y los sentidos en LSN se encuentran simbolizados por el 5. La naturaleza de los sentidos es que Dios está en ellos, interpenetrándolos. Esto se observa en la reducción mística del número 5, así: 1+2+3+4+5 = 15. Es decir, ver (5) al Uno (1); sentir (5) al Uno (1); Oír (5) al Uno (1), etc. El Uno (1) participa de todos los sentidos (5), es decir, participa de nuestra humanidad (5).
LOS PACIFICADORES
“Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios” Mateo 5:9
En la codificación 5:9, y luego de la disciplina a la que nos referíamos anteriormente, sobreviene la necesidad de cerrar un ciclo (9) en la comunicación/mediación (5) por medio de la purificación (9). Purificar (9) la comunicación (5) es como filtrar un río, de tal suerte que la pureza ahora se traduzca en transparencia. La pureza en la profundidad (9), pero también la oscuridad (9) de lo profundo (9): de allí viene la fuerza, como el magma que brota de la tierra profunda. Todo lo que estaba por debajo necesita ahora expresarse para lograr la transparencia a la que aspira el Cristo. Aquello que no había sido traído a nuestra conciencia hasta ahora, pero que, no obstante, es parte conformante de nuestro todo, aunque actuando como sombra aún, debe ser explorado y sanado. El Pacificador es aquel que ha ido hasta lo más hondo (9) de su ser para traer un nuevo (9) mensaje (5), una nueva ruta o canal de comunicación (5). También aquello que subyace en la sombra necesita hacer las paces con nosotros.
La fusión simbólica del (5+9=14) es una extensión del sabbath hebreo (7), es decir 2 veces 7. Dos veces el descanso (7) de la Creación. También la escucha (2) de nuestra profundidad (7), la paciencia (2) –ciencia de la paz- con nuestra interioridad (7). Pacificar es extender el sabbath, el día sagrado, el día de la integridad a todos nuestros contactos (5). Al pacificarnos, nos entregamos desde lo sagrado que nos habita. Nuestros contactos son sagrados, nuestro aproximarnos al otro también lo es.
El grado 14 nos recuerda también la belleza (analogía venusina del número 14) que descubrimos al ordenarnos (4) en función de nuestra divinidad (1): Orden (4) Divino (1).
Un pacificador (7) es llamado (3) -expresado como- hijo (3) de Dios (1). La ecuación simbólica es correcta, ya que: 7=3+3+1.
Decíamos, entonces, que la fusión simbólica del 5 con el 9 (14) nos recuerda que el pacificador (7) lo es ciertamente cuando extiende su paz/sabbath (7), o sea, lo multiplica, comunicándolo así a su próximo (2x7=14).
En el mismo sentido, la diferencia rítmica del verso 9 y el capítulo 5 es simbólicamente: 9-5=4. Es decir el puente que une a ambos números es el 4: el orden. Ordenar/Ordenarnos (4) es también pacificar (7). Recordemos que en la suma mística ambos números (el 4 y el 7) nos remiten al Uno (1): (1+2+3+4=10 y 1+0=1) y (1+2+3+4+5+6+7=28 y 2+8=10 y 1+0=1). Al explorar nuestra profundidad podemos conocer nuestra prioridades. Al comprender nuestras prioridades nos pacificamos. Al poner a Dios primero, nos ordenamos. Y al orden le sigue la paz.
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